domingo, 23 de febrero de 2014

El sangriento elixir de los millonarios

El sangriento elixir de los millonarios

Brindan con un mejunjue ilegal que contiene vino y una de las drogas más caras del mundo: cuerno de rinoceronte

El sangriento elixir de los millonarios
(Reuters)

(BBC). 30 de diciembre de 2013: Un guardaparques en Sudáfrica encuentra el cuerpo sin vida de un rinoceronte de 3 metros de largo y dos toneladas de peso. Le arrancaron el cuerno de su cara y seguramente agonizó por horas antes de morir. El guardaespaldas se comunica por radio con el cuartel, y dice simplemente: "Otro más murió".

Es uno de los 1.004 que fueron víctimas de la cacería furtiva en 2013, el doble que el año anterior.

28 de enero de 2014: En Irlanda, ladrones roban un cuerno de rinoceronte valuado en US$200.000 de la mansión de Michael Flatley, conocido como El Señor de la Danza, mientras él jugaba videojuegos con su familia.

Es apenas uno de decenas, en lo que las autoridades describen como una epidemia de robos de cuernos de rinocerontes procedentes de museos, casas de subastas y colecciones privadas en toda Europa en los últimos años. El año pasado, tres hombres enmascarados se llevaron cuatro cuernos valuados en más de US$800.000 dólares del Archivo del Museo Nacional en Dublín.

Cualquier día en la actualidad: El precio del oro es US$40.000 por kilo. El precio del cuerno de rinoceronte es más de US$50.000 por kilo. Un sólo cuerno puede venderse por mucho más que medio millón de dólares en el Lejano Oriente, según el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE.UU.

Cualquier noche en Hanoi, Vietnam: El acaudalado anfitrión de una fiesta llama a sus más cercanos amigos y se los lleva a otra habitación. Ahí comparten un "coctel de millonarios" antes volver a reunirse con el resto de invitados.

El elíxir está hecho con cuerno de rinoceronte rayado y mezclado con vino.

¿PARA QUÉ?
La calle Medicina Tradicional de Hanoi vibra con el ir y venir de vendedores callejeros equilibrando su mercancía en bicicletas. La gente se congrega en los andenes para beber té, fumar y jugar cartas.

La periodista de la BBC Sue Lloyd Roberts camina entre la multitud con una cámara escondida en busca de cuerno de rinoceronte, cuya compraventa es ilegal en Vietnam. Había ido unas horas antes con la escolta asignada por el gobierno pero todos los vendedores le contestaron lo mismo: "No se ha vendido en esta calle desde hace mucho tiempo".

Sin embargo cuando está sola, no hay problema. Les dice a los comerciantes que su esposo está enfermo. Uno de ellos le asegura que si muele el cuerno hasta tener un polvo y lo mezcla con alcohol, se curará de cáncer: "Para las etapas dos y tres, tiene una tasa de éxito de entre 85 y 90%".

Eso justificaría el elevado precio, aunque no el sacrificio indiscriminado de animales miles de kilómetros de distancia en los vastos valles sudafricanos.

El problema es que, según los biólogos, *tomar mejunjes de cuerno de rinoceronte es tan bueno como comerse las uñas* pues su principal componente es muy similar: la queratina.

Sin embargo, desde mediados de la primera década de este siglo "el cuerno de rinoceronte estaba siendo promocionado en Vietnam particularmente como una cura para el cáncer", le dice a BBC Mundo Tom Milliken, el experto en rinocerontes y elefantes de TRAFFIC, una respetada red de seguimiento de vida silvestre.

Si bien ya se prescribían elíxires de cuerno de rinoceronte en la medicina tradicional china para afecciones del hígado y fiebres desde hace más de 1.800 años, su demanda era limitada. Pero en Vietnam a mediados de la década de los 2000 todo empezó a cambiar, al parecer debido a un rumor: se decía que gracias a eso la esposa de un político se curó de cáncer.

No obstante, "como no es efectiva, la gente que gastó mucho dinero consiguiendo lo que creían era un remedio garantizado para seres queridos y los vieron morir, contaron sus historias. Ahora hay menos promoción de los cuernos como la cura mágica para el cáncer".

La realidad tumbó el mito, pero la demanda se mantuvo.

ALGO INESPERADO
En otra tienda en la misma calle de Hanoi, Sue Lloyd Roberts de la BBC dice que está en busca de una cura para los efectos del alcohol. El vendedor le pone un pedazo de cuerno grande en sus manos y le dice: "Vino al lugar correcto. Esto cura la fiebre y es bueno para sacar los venenos al cuerpo, por eso sirve como remedio para la resaca".

Y es esta última pretensión la que se fue desarrollando y tornó lo que era una supuesta cura para todo en algo que tiene un valor más social que médico: si uno puede pagar tanto para no sufrir los efectos de una noche de tragos, debe ser alguien especial.

"Hay una asociación muy fuerte del polvo de cuerno de rinoceronte como símbolo de riqueza; los principales usuarios tienden a ser hombres mayores de 40 años, y comprarlo y consumirlo reafirma su estatus social y fortalece los lazos con sus pares", le explica el experto de TRAFFIC a BBC Mundo.

"Además es ilegal, entonces tiene la mística de lo prohibido y se piensa que es muy poderoso, pues si se pagó tanto, debe serlo", añade.

Este es un cambio inesperado. "Es una manifestación moderna. Tradicionalmente se usaba en la medicina china para bajar la fiebre y desintoxicar el cuerpo pero el uso primario hoy en día es para decir '¡miren cuán rico soy!'".

El cuerno de rinoceronte, más caro que la cocaína, se convirtió en la droga preferida de los vietnameses pudientes, que cada vez son más.

EL TURNO DE VIETNAM
"La historia del tráfico de cuerno de rinoceronte ha sido una de un país asiático después de otro convirtiéndose en el centro de actividad a través de los años", explica Milliken.

Él ha estado trabajando en este tema durante 32 años y lo que ha visto, de cierta manera, es alentador: de una forma u otra, en varios países las campañas han tenido éxito.

"Empecé en Japón en 1982, cuando era el importador número 1 de cuernos. Hoy en día no los usan". Lo mismo pasó con Corea del Sur.

El caso de Taiwán es particularmente interesante. En 1993, Taiwán fue forzado a prohibir el uso de cuerno de rinoceronte ante la amenaza de sanciones de Estados Unidos, pero el Ministerio de Salud se abocó en el único estudio clínico que se ha hecho para determinar si era un producto esencial para el bienestar de los ciudadanos, si no ofrecía ningún beneficio o si había algo en él que pudiera remplazarse con otra cosa.

"Estructuraron el estudio como se haría para cualquier fármaco -en un hospital, con pacientes de diferentes edades, grupos de control con placebos, etc.-".

"La conclusión fue que el cuerno de rinoceronte sí tiene alguna habilidad para bajar la fiebre pero no era lo mejor para hacerlo. El Ministerio concluyó que el ingrediente que contiene la aspirina es más efectivo que el del cuerno de rinoceronte, por lo cual la recomendación fue usar aspirina pues es más barata y mejor".

Pero, ¿qué hacer cuando lo que hace atractivo al producto no es la promesa de una cura sino lo que simboliza?

TRAFFIC tiene una estrategia.

"Lo que tenemos que hacer es localizar a los líderes, los formadores de opinión que potencialmente puedan influir en el tipo de individuo que consume cuerno de rinoceronte. Eso es lo que estamos haciendo".

¿Por qué? Porque si la cacería furtiva de rinocerontes continúa aumentando al ritmo que lo está haciendo, "al final de 2014, vamos a estar en números negativos de muertes, con más víctimas de la cacería que nacimientos, y el rinoceronte africano enfrentaría la extinción", le dice a la BBC Naomi Doak, encargada de la campaña en Vietnam.

Eso le ocurrió al rinoceronte de java, una subespecie cazada hasta su extinción en suelo vietnamita en 2010. Cuando se acabó en casa, los cazadores de ese país empezaron a postular por permisos para ir a Sudáfrica. Pero abusaron del sistema y fueron vetados en 2012. Desde entonces, bandas de crimen organizado han estado supliendo el mercado asiático.

"Es horripilante -dice Milliken-. A los rinocerontes les disparan y los que tienen suerte se mueren pero hay casos de animales que han sobrevivido después de que les han cortado la mitad de la cara... Cuando lo he visto, me da rabia... es espeluznante, espantoso".

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