sábado, 22 de octubre de 2016

Sacrificios humanos y crímenes satánicos: Mito y realidad de una leyenda urbana

Sacrificios humanos y crímenes satánicos: Mito y realidad de una leyenda urbana

Argumento para cada vez más películas y novelas, las sectas satánicas asesinas, y los sacrificios humanos, parecen limitarse al argumento ideado por los guionistas más imaginativos. Sin embargo policías, criminólogos e investigadores están en disposición de demostrar que, una vez más, la realidad supera la ficción. Este es el lado más oscuro y siniestro de las creencias religiosas.


Cuando el Inspector S. D. me telefoneó, para pedirme que me reuniese urgentemente con él, en la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía, no entró en detalles. Sólo me dijo que dos inspectores de la brigada de homicidios se habían desplazado desde Cádiz a Galicia siguiendo una pista relacionada con uno de los casos más dramáticos de la moderna historia criminal española, y querían reunirse conmigo. Así que cogí el coche y acudí a la comisaría lo más pronto posible. En aquel mismo despacho, y por desgracia, había tenido la triste oportunidad de examinar atestados, expedientes e informes sobre otros asesinatos y suicidios ocurridos en el contexto de las creencias mágicas o esotéricas, pero lo que aquellos dos policías gaditanos me presentaban ahora era mucho más espeluznante que ningún otro caso anterior. Y no sólo porque la víctima fuese una joven, de 16 años, totalmente inocente. Sino porque las autoras del crímen eran dos intimas amigas de la víctima, de 16 y 17 años respectivamente. Pero lo más siniestro de este caso era el móvil del crimen… querían saber que se experimenta al matar.


Los inspectores de homicidios llegados desde Cádiz hicieron desfilar ante mis ojos una serie de evidencias, incautadas en el domicilio de las jóvenes asesinas, que no dejaban lugar a dudas sobre su insana fascinación por el ocultismo, la brujería y el más allá. En la inspección ocular realizada en el domicilio de las asesinas los policías habían descubierto abundante bibliografía sobre ocultismo y brujería. Libros como “OUIJA, contacto con el más allá”, “Posesión”, o “Vivencias extracorpóreas del espíritu”, compartían estanterías con fetiches y amuletos mágicos. Entre los objetos personales de las homicidas encontraron también una colección de relatos manuscritos en los que se fabulaban todo tipo de crímenes y sacrificios sangrientos.
Según me explicaron los inspectores, las jóvenes practicaban habitualmente la OUIJA y otras técnicas de contactismo, llegando a identificar a una serie de “demonios protectores”, que les servían de guias: Demon, Markus, Oced… En uno de esos textos, probablemente psicográfico, escrito a Demon, su “demonio de la guarda”, una de las acusadas escribía: “Me he sentido muy alegre de saber que tengo a alguien que me protege. Al llegar a casa tuve que salir a comprar a la tienda, era comosi alguien me abrazara en ese momento. Me siento acogida por algo. En el cuarto hay algo o alguien, no esta vacío y me reconforta”. La autora de esas palabras, que estaba y todavía está, muy vinculada a Galicia, era Iria Suarez.


Apasionada por el ocultismo y la brujería, Iria y su amiga Raquel Carlés Torrejón, habían reconstruido con las cartas del tarot, el crimen que iban a cometer aquel 26 de mayo, en el descampado del Barrero. En su casa la policía encontró la carta que representa a la doncella, desplomada bajo la carta de la luna, junto la carta de la torre… Como una burda dramatización esotérica del brutal asesinato de Clara García Casado, que murió a la luz de la luna, y a la sombra de la torre del cuartel de infantería de San Fernando, porque dos amigas adolescentes querían saber que se sentía al matar…

Los inspectores de homicidios querían cerciorarse, siguiendo la pista gallega, de que aquel crimen incomprensible no tuviese ninguna conexión, a través de Iria, con alguna secta o culto satánico gallego que pudiese estar conectado con aquel asesinato absurdo. Pero no existía tal conexión. No había ninguna explicación ritual, ni esotérica, ni sectaria que nos ayudase a comprender aquel brutal asesinato. Y eso es lo que lo hace más horrible…

Matar es un placer

“Las brujas de San Fernando”, como han pasado a la historia criminal española Iria Suarez y Raquel Carlés, llevaban meses fantaseando con la idea de matar. En diciembre de 1999 Iria había escrito a Raquel: “¿Quieres matar? Lo haremos, sólo dime a quien…”. En abril del año 2000 Jose Rabadán, otro joven de 16 años, aficionado al ocultismo, asesino a toda su familia con una espada samurái. El “asesino de la katana” se convirtió en un icono para las “brujas de San Fernando” que, según me confirmaron los policías, habían escrito varias cartas al joven, y tenían incluso el teléfono de la prisión donde se encontraba recluido. Fue el detonante para ejecutar su fantasía homicida. Si el pudo hacerlo, nosotras también... Y lo hicieron.

Por desgracia, tras un amplio porcentaje de los crímenes que llegan a los titulares de prensa con la etiqueta de “satánicos” no hay más que esto. Una empatía morbosa, casi lasciva, un lujurioso afán de trasgresión, rebasando todas las fronteras morales y racionales. Matar solo por el placer de sentir el poder divino de decidir sobre la vida y la muerte de un ser humano inocente. En realidad, este planteamiento tiene mucho de satánico, aunque no exista un culto organizado detrás de esos crímenes.


El pasado mes de septiembre, sin ir mas lejos, todos los medios de comunicación del mundo se hacían eco del último crimen adolescente, con nuevos tintes satánicos. Esta vez ocurrió en Rusia. Las víctimas, tres chicas de 16 años y un joven de 17, habían desaparecido en junio pasado y sus restos fueron encontrados recientemente en Yaroslavl, a 300 kilómetros de Moscú, Rusia. Según los teletipos que dieron la vuelta al mundo, “los cuerpos recibieron 666 heridas de cuchillo, luego fueron degollados y quemados en una hoguera, y sometidos a practicas de antropofagia”.

Fueron detenidos ocho presuntos miembros de una banda llamada los "Devil", liderados por Nikolai Ogolobyak, a cuyo teléfono móvil habían llamado varios de los jóvenes asesinados, antes de la masacre. Ogolobyak estar siendo investigado en estos momentos como posible responsable de un macabro crimen ritual, y con antecedentes por liderar una supuesta secta satánica en Rusia.

Según todos los indicios publicados hasta la fecha, en realidad Ogolobyak no lideraba un culto satánico organizado, sino una tribu urbana, identificada con el movimiento gótico y siniestro, que no se había limitado a una corriente cultural, social y musical perfectamente integrada en la sociedad, como es lo habitual, sinó que había querido experimentar más allá de las letras de sus músicos de rock favoritos, que con frecuencia juegan con conceptos diabólicos y macabros.


Desgraciadamente no se trata de un caso aislado. A pesar de que, en general, los miembros de todas las tribus urbanas conocen y respetan los límites, de vez en cuando surgen excepciones. Y el increíble caso de Daniel y Manuela Ruda es el mejor ejemplo.


Sexo, sangre y rock and roll “Estábamos sentados en el sofá y de pronto, Daniel se puso de pie. Golpeo con el Martillo a Frank. Mi cuchillo brillaba y escuche una voz que decía: “Apuñálale en el corazón. Entonces se lo clave. Vi una luz a su alrededor. Era su alma, que había salido del cuerpo. En ese momento recitamos una letanía satánica…”. Este escalofriante testimonio fue presentado con total sinceridad, por Manuela Ruda, una joven alemana de 23 años, durante el juicio en el que ella y su marido eran juzgados por el brutal asesinato de su amigo Frank Hackert.


A medida que avanzaba su declaración, Manuela iba desgranando todos los detalles de la cruel inmolación. Los hechos se remontan al 6 de julio de 2001, aquel día los Ruda atrajeron al joven Hackert, antiguo compañero de trabajo de Daniel, hasta su apartamento, en la pequeña localidad de Witten, al oeste de Alemania. Una vez allí y sin previo aviso, Daniel golpeó con un martillo a su víctima, mientras Manuela se ensañaba con él, asestándole 66 puñaladas. Cuando Hackert murió, le grabaron en el pecho un pentagrama invertido: el símbolo del Diablo.

Después recogieron su sangre en un recipiente y la bebieron. Para completar su orgía sacrificial, los asesinos hicieron el amor dentro de un ataúd que Manuela utilizaba para dormir durante el día. Tres días después de cometer el crimen, la policía entraba en el apartamento, descubriendo el cadáver de Hackert y su sangre esparcida por las paredes. La madre de Manuela había recibido una carta de su hija en la que decía: “No soy de este mundo. Debo liberar mi alma de la carne mortal”. Temiendo que su hija hubiera hecho algo terrible, decidió avisar a la fuerza de seguridad.

La escena era horrorosa. Además del cuerpo sin vida de Hackert, los agentes pudieron contemplar la peculiar decoración de la vivienda: imitaciones de cráneos humanos, cuchillos y machetes colgados en las paredes y una colección de objetos de culto satánico. Y algo más: una macabra lista en la cual figuraba 15 posibles víctimas. Se inicio una búsqueda por todo el país que concluyó tres días después, cuando la pareja fue detenida en la ciudad de Jena. Durante el juicio, celebrado a comienzos de 2002, los acusados reconocieron haber asesinado a su amigo, aunque negaron cualquier responsabilidad, ya que, según declaró Manuela, sólo habían seguido ordenes de Satán: “No fue un asesinato, sino una ejecución. Satán nos lo ordenó. Debíamos obedecer, Teníamos que matar. No podríamos ir al infierno a menos que lo hiciéramos”. Y añadió friamente: “Queríamos asegurarnos de que la víctima sufriera”. El veredicto del tribunal fue más suave de lo que exigía la familia de Hackert: Manuela fue sentenciada a trece años de prisión y su marido recibió una condena de quince. El juez Arnjo Kersting-Tombroke resolvió que antes de ingresar en una prisión convencional ambos deberían recibir tratamiento psiquiátrico.

El diagnostico de los médicos libraron a los esposos de una condena mucho mayor, ya que según dictaminaron, “su responsabilidad estaba notablemente disminuida”, los definieron como “individuos profundamente perturbados”. A lo largo del juicio surgieron numerosos datos que apoyaban el carácter ritual del crimen. Los asesinos se habían casado el 6 de junio (el 6 del sexto mes), y llevaron a cabo su sacrificio el 6 de julio. Estas fechas configuran una conocida cifra: 666, el número de la bestia en el Apocalipsis de San Juan. Daniel y Manuela aparecieron durante el juicio con una estética siniestra: ropas negras, botas militares, cruces invertidas y peinados llamativos.


La propia joven explicó que se había iniciado en el satanismo en el ambiente metalero del Reino Unido. Allí frecuento locales de este tipo, e incluso llego a realizar prácticas de vampirismo. Ante la atenta mirada de los presentes, Manuela Ruda reconoció haber bebido sangre de voluntarios que había conocido por Internet y que junto a un grupo de personas con gustos similares, había frecuentado cementerios. Incluso relato como se había echo enterrar en una sepultura “para saber que se sentía“.

Esta vez la historia de unos jóvenes rockeros amantes de la brujería, que matan por placer no se trata de un guión cinematográfico. Lo más siniestro de los crímenes rituales, es que la realidad suele superar con creces a la ficción. Exactamente esto fue lo que dijo el director Eloy de la Iglesia cuando rodó la película “Perdita Durango”, inspirada en la increíble historia de los narcosatánicos de Matamoros: “Si ruedo la película contando las cosas tal y como ocurrieron en realidad, nadie se lo creería”.

México lindo… y satánico

Adolfo de Jesús Costazgo conoció la Regla de Palo Monte, Regla Conga o Regla de Palo Mayombe en su Cuba natal. El Palo Mayombre es una de las religiones de origen africano que todavía existe en Cuba, y que allí esta perfectamente integrada en la sociedad. Yo mismo he tenido la oportunidad de participar en ceremonias de Palo Mayombe en muchas ocasiones, y puedo dar fe de no existe nada ilegal en dichas ceremonias. Sin embargo, algunos de sus elementos rituales, como “el rayado”, o los sacrificios de animales, fueron magnificados por un Adolfo de Jesús, fanatizado y radicalizado, que llegó a sustituir los animales de cuya sangre se alimentan los orishas (dioses) del panteón africano, por seres humanos.



Costazgo dejó la isla de la revolución para inmigrar a México en busca de fortuna, como han hecho miles de cubanos. Allí ejerció como brujo profesional, recibiendo en su consulta a numerosos traficantes, extremadamente supersticiosos. De esta forma Costazgo comenzó a consultar, en calidad de palero y bacalao, a algunos de los más sanguinarios narcotraficantes mexicanos, que buscaban una protección mágica contra la policía.

Poco a poco Costazgo fue introduciéndose en los círculos de poder en Mexico. No sólo a través de los grandes capos de la droga, sino a través de muchos actores, cantantes y presentadores famosos, que reclamaban sus servicios como brujo. Y finalmente el mismo Costazgo terminó liderando una organización criminal de narcotráfico, cuyas operaciones delictivas eran “santificadas” con los rituales de brujería más espeluznantes que ha conocido Mexico desde los tiempos de la religión azteca.

En una aberrante mezcla de Palo Mayombre afrocubano y satanismo, Costazgo y su “partenaire” Sara Aldrette, alias “la bruja”, sacrificaban a seres humanos en sus ceremonias de magia negra, entre torturas monstruosas, o esto es lo que afirma la sentencia del caso de crímenes satánicos mas famoso del siglo XX.

Cuando, a causa de una absurda irregularidad en un control de carreteras, la policía llegó al rancho de Matamoros que la secta-mafia de Costazgo utilizaba como sede, descubrieron espeluznantes ngangas (los “calderos mágicos” del Palo Mayombe) y altares, rodeados de restos humanos, asi como una enorme cantidad de fosas que salpicaban toda la finca. Hasta catorce cadáveres, de personas asesinadas en los rituales satánicos de los narcotraficantes, fueron encontrados en el rancho de Matamoros.


Los líderes de la organización consiguieron escapar del rancho de Matamoros, y durante unos días fueron los prófugos más perseguidos por la policía mexicana. Finalmente, localizados en un apartamento, fueron rodeados por los agentes, resistiéndose a la detención durante horas. En medio del tiroteo, Costazco exigió a uno de sus ayudantes que le disparase. Prefería morir a ser detenido. Y así ocurrió. Una ráfaga le quitó la vida con menos dolor del que él había infringido a sus víctimas. Pero otros miembros de la organización, como Aldrette, prefirieron entregarse.

Esta impresionante mujer, de casi 1,90 de estatura, permanecerá para siempre en prisión, pero eso no la ha impedido convertirse en una escritora reputada, y clamar una y otra vez por su inocencia, desmarcándose de los asesinatos de Matamoros. Sin embargo la sentencia de culpabilidad es firme, y su historia inspiró a de la Iglesia la película “Perdita Durango”, protagonizada por el recientemente oscarizado Javier Bardén. Al lado de los narcosatánicos de Costazgo, evidentemente la secta del archiconocido Charles Manson parece un juego de niños. Y, según algunos especialistas, otros episodios de la historia criminal de Mexico, como los asesinatos de Ciudad Juárez, podrían servir también para ocultar crímenes rituales…

Asesinos en serie satánicos

Candice Skraper, profesora del Departamento de Criminología de la Universidad Estatal de California, a quien EL OJO CRITICO pudo entrevistar durante una de sus conferencias en España, recientemente era requerida por la policía mexicana para permanecer tres meses en Ciudad Juárez, intentado elaborar el perfil del Asesino en Serie que ha causado la muerte de docenas de mujeres en los últimos años. Los medios de comunicación mexicanos apodaron a este criminal, que todavía no ha sido capturado, “El depredador de Chihuahua”, y se especula con la teoría de que sea un adorador de Satán. Evidentemente ni Skraper, ni los demás investigadores del caso han podido obviar las similitudes entre estos crímenes, y los que aterrorizaron la también fronteriza ciudad mexicana de Matamoros hace unos años.



¿Podría un asesino en serie encontrar en el satanismo un móvil, o al menos una justificación para sus crímenes? La respuesta es un rotundo sí. Según declara a EL OJO CRITICO el psicólogo y especialista en asesinos Vicente Garrido: “El ser humano siempre ha buscado una conexión con el más allá, desde el origen de los tiempos, como se puede ver en los ritos funerarios que se conservan de la especie neardenthal. Por otra parte, lo oscuro y lo malvado tienden a ir unidos, porque es lo desconocido. En los delirios la creencia de fuerzas maléficas que a uno le conducen a ese mundo desconocido puede conllevar contenidos violentos porque en ese “lugar” está prescrito que operan seres o entidades que van en contra de la moral cristiana y las leyes de la sociedad. Por consiguiente, si alguien “conecta” con esas fuerzas ha de estar dispuesto a matar”.

Y si un asesino puede ejemplarizar lo dicho por el Dr. Garrido, ese es Richard Ramirez. “¡Yo estoy por encima del bien y del mal, y todos ustedes me dan asco!”, gritaba Ramírez desde el estrado, al Tribunal que le juzgaba, agregando “¡Lucifer está dentro de todos nosotros!”. Y mientras era expulsado de la sala, fuertemente encadenado, giró su penetrante mirada hacia los fotógrafos mientras alzaba la mano izquierda, en la cual tenía tatuado un pentagrama satánico, y murmuraba: “El maligno...”.


Richard Ramírez, alias “Night Stalker” (“El Merodeador Nocturno”), aterrorizó la ciudad de Los Angeles, a mediados de los ochenta, asesinando a 14 personas, y violando, agrediendo y robando a otras muchas. Ramírez, que decía actuar movido por la voluntad de Satán, se paseaba por la calle escuchando obsesivamente la canción “Night Prowdler” del grupo AC/DC, hasta que seleccionaba a su víctima. Después penetraba en su casa y la asesinaba sin ninguna piedad, dejando en muchas ocasiones símbolos satánicos dibujados en las paredes con la sangre de dichas víctimas.


Richard Ramírez, un joven hispano de 29 años, es un psicópata asesino en serie, a pesar de que no presentaba un modus opernadi preciso, ya que utilizaba indistintamente armas de fuego o armas blancas para cometer sus crímenes, y tampoco presentaba un tipo de víctima precisa (asesinó igualmente a personas de dieciséis como de sesenta y tres años). Pero ¿por qué? No existe una respuesta racional a esa pregunta. “Eran ofrendas a mi Señor Satán –llegó a declarar-.”

Richard Ramirez ostenta el dudoso honor de figurar en la siniestra lista de los asesinos en serie más famosos de los Estados Unidos, junto a Ted Bundy, Arthur Shawcross, John Wayne Gacy, Ed Kemper, Ed Gein, etc.… todos ellos se han convertido en personajes populares en los Estados Unidos por haber asesinado a docenas de personas sin un móvil aparente. Mitificados como astros de cine, o ídolos de rock, sus fotos adornan las carpetas y camisetas de miles de adolescentes americanos; reciben centenares de cartas de admiradores e incluso, muchos de ellos –como el mismísimo Ramírez- han llegado a casarse en prisión con alguna de sus fans. ¿Cómo es posible que los peores monstruos de la humanidad despierten esa fascinación?

Muchos Serial Killers, como el mendigo Eugene Britt, o el famoso Henry Lee Lucas, han atribuido el origen de sus crímenes a un “espíritu diabólico” que se apoderaba de su voluntad y los hacía matar. Unos, como Ramírez, actuarían en solitario, sin embargo, según algunas fuentes, tras algunos de los asesinos en serie más famosos de la historia criminal, se ocultarían cultos satánicos organizados.


En 1976 comenzaron una serie de brutales crímenes en New York que aterraron a la opinión pública norteamericana. Durante un año un individuo –que aparentemente actuaba sólo- disparó a quemarropa contra más de una decena de personas, causando la muerte a más de la mitad, y hiriendo de gravedad a las restantes. Como había ocurrido en el caso de Costazgo, y en tanto otros, fue una casualidad la que llevó a la detención del asesino. Una multa de tráfico puso a la policía en la pista del autor de aquellos crímenes que, en base a algunos anónimos enviados por el asesino la policía, se bautizaron como los asesinatos de “El Hijo de Sam”. El autor de estos homicidios resultó ser David Berkowitz, un joven de 25 años que afirmaba que una voz le ordenaba matar. Sin embargo, para varios policías de New York que participaron en el caso, y para varios investigadores civiles, Berkowitz no actuó sólo. En base al relato de varios testigos presenciales de los asesinatos, en base a las descripciones del/los sospechosos, y en base a los anónimos enviados por “El Hijo de Sam” a la policía, se ha especulado con la teoría de que David Berkowitz era sólo un instrumento utilizado por un culto satánico. Esta hipótesis, compartida por varios investigadores del caso, dio lugar al guión de la película “El Salario del Diablo”, en el cual se pretende que tras los crímenes de “El Hijo de Sam” en realidad se ocultaba una secta satánica que grababa en vídeo los asesinatos, para comercializarlos como snuff movies...


ALCASSER: ¿UN CRIMEN SATANICO?


El pasado jueves 13 de noviembre se cumplió el XVI aniversario del crimen que conmocionó a España. A pesar de existir una sentencia firme que condena a Miguel Ricart y a Antonio Anglés , “solos o en compañía de otros”, como autores materiales del brutal crimen, todavía existen cientos de miles de personas que piensan que la verdad no ha salido a la luz.

En su libro: “El asesinato de las niñas de Alcacer” (Bell Book, 1998) Magdalena del Amo reexamina el sumario judicial del caso, contextualizando el crímen de las niñas de Alcasser en un conjunto de muertes violentas que tuvieron lugar antes y después de aquel 26 de noviembre, en la misma región.

También en 1998 Juan Ignacio Blanco, periodista vinculado directamente a Fernando Garcia, padre Miriam, y hoy acusado de calumnias y enfrentado a una posible pena de cárcel, redactó un libro en el que se incluían prácticamente todas las informaciones sustanciales del sumario judicial, diligencias policiales, autopsias, etc, y cuya distribución fue prohibida por orden judicial. Dicho libro prohibido, al que no obstante EL OJO CRITICO ha tenido acceso, expone todas las contradicciones e inconsistencias del caso, en las cuales basan los teóricos de la conspiración, su hipótesis del crimen satánico y la película snuff.


Sin embargo, algunos teóricos de la conspiración han ido mucho más allá en sus delirantes conjeturas, basándose en el origen brasileño de Anglés, nacido en Sao Paulo el 25 de julio de 1966, y el interés de su madre por el espiritismo, para sugerir que el prófugo más famoso de la historia criminal española pertenecía a un culto satánico brasileño, vinculado a la macumba quimbanda. Sugieren también que el cese del famoso periodista Pepe Navarro de Tele5, se debió a la presión de grupos de poder relacionados con el crimen de Alcasser , y no a una generosa contraoferta económica de Antena 3. Y llegan al extremo de incluir el crimen de Alcasser en una delirante lista de hipotéticos crímenes satánicos, en la que añaden al “niño pintor” de Málaga, el niño de Somosierra, y casi cualquier otro caso no resuelto, que implique a niños desaparecidos o asesinados en circunstancias extraña


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