jueves, 13 de mayo de 2021

Estudio de Primera Tesalonicenses - 12 - Cuidando con amor a los nuevos creyentes


1 Tesalonicenses 2:7-8
7 Antes bien, nos portamos amablemente entre ustedes, como una madre cuida con amor y ternura a sus propios hijos
8 Tan grande es nuestro afecto por ustedes, que hubiéramos querido entregarles no solo las buenas nuevas del evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, porque han llegado a sernos muy queridos.

En estos versos podemos ver el corazón de Pablo hacia los tesalonicenses, el amor que tenía hacia ellos, dando sus propias vidas por ellos. Es la misma actitud de amor que debemos tener hacia las personas que ganamos para el Señor.

Pablo empieza discándonos de la amabilidad con que los trato. Barnes escribe: "Pero fuimos amables entre ustedes: en lugar de usar la autoridad, usamos solo los métodos más amables y afectuosos para conquistarlos y promover su paz y orden". Clarke añade: "Lejos de asumir la autoridad que teníamos, actuamos con usted como lo hace una tierna enfermera o un padre con un niño delicado. Los alimentamos, los aconsejamos, los acariciamos y los soportamos; te enseñamos a caminar, te preservamos de tropezar y te guiamos por el camino correcto",

Como vemos Pablo no uso la autoridad que tenía como apóstol y fundador de la iglesia, sino los trato con el cuidado necesario, como una madre cuida a sus hijos, alimentándolos, nutriéndolos, cuidándolos, para que puedan alcanzar su crecimiento espiritual.

Courson nos dice de esto: "Pablo  era como una madre lactante. Al recordar el pasado de los tesalonicenses, no se queja de su llanto, sino que los ama tan profundamente como una madre ama a su bebé recién nacido".

El comentario continua uniendo los dos versos: "Con este afecto materno, continúa, nos complació mucho impartirles, no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias almas (KJV). Los apóstoles no solo estaban dispuestos (A.V.) a entregarse a los tesalonicenses, sino que realmente lo hicieron, y con el feliz consentimiento de una madre que alimentaba al bebé con su propia vida".

Era tal el amor que Pablo les tenía que no solo estaba dispuesto a entregarles el evangelio sino su propia vida.

MacDonald nos explica más de este amor de Pablo: "Tan profunda era su afectuosa preocupación por ellos que estaba ansioso por compartir con ellos en lugar de recibir de ellos. La suya no fue una dispensación fría y superficial del evangelio de Dios, sino un derramamiento de su propia alma. Él los amaba y el amor no tiene en cuenta el costo. Como su Maestro, no vino a ser servido, sino a servir y a dar la vida".

Ese debe ser el amor que debemos tener como ministros por la gente que estamos sirviendo, como una madre que cuida y nutre a sus hijos, y con la disposición de dar nuestra vida por ellos.

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