Tres Pruebas
Para Descubrir una Secta
Una
y otra vez en su libro, Juan resalta tres pruebas principales para “probar los espíritus”. Las tres deben
estar presentes para que determinado grupo sea considerado auténtico. No es
suficiente que un grupo exhiba una o aun dos de estas marcas sino que, según el
apóstol Juan, las tres juntas dan la pauta de una verdadera iglesia.
Al
mencionar estas pruebas, es importante distinguir entre una iglesia
separatista; o tal vez un poco rara, y una secta. Además, ciertas iglesias o
grupos comienzan bien pero poco a poco se convierten en sectas y lo
manifestarán en alguna de las tres áreas. Las tres pruebas son la teológica, la
moral y la social.
1. La prueba teológica.
Esta
prueba tiene que ver mayormente con Dios Hijo, Jesucristo.
Esto
doctrina es la importante porque nadie puede ser un verdadero cristiano sin
creer que Cristo es lo que la Biblia declara que es.
Las
preguntas para probar al grupo teológicamente son:
¿Quién
dicen ellos que es Jesucristo?
Según
esa doctrina, ¿qué debe hacer uno para ser salvo?
En
Hechos 16:30 esa fue la pregunta que le hizo el carcelero de Filipo a Pablo: “Y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?”
En
Juan 2:23 vemos que el verdadero cristiano debe confesar al Hijo: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene
al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.”
Confesar
es el término griego homologeo, que literalmente
significa estar de acuerdo o decir la misma cosa.
Si
el grupo que investigamos cree la verdad, deberá decir acerca de Jesucristo lo
mismo que la Biblia declara sobre Él:
Que
Cristo es Dios: “Porque en él habita
corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9).
Que
Cristo murió por nuestros pecados: “El
cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25).
Que
la salvación se encuentra solamente en Cristo: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.Y
en ningún otro hay salvación; porque no
hay otro nombre bajo el cielo, dado a
los hombres, en que podamos ser salvos”
(Hechos 4:11–12).
Que
la salvación es un regalo de Dios: “Porque
la paga del pecado es muerte, mas la
dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
Que la salvación no viene como consecuencia de
obras humanas: “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino por su
misericordia, por el lavamiento de la
regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5).
En
las sectas existen varias maneras de “negar
al Hijo”.
La
primera manera es negar directamente en su doctrina escrita que Jesús sea el
único Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador del mundo. Es lo que hacen los
Testigos de Jehová.
Otra
manera de “negar al Hijo” es negar la
eficacia de la obra de Jesucristo en la cruz.
Los
que hacen esto enseñan la necesidad de un sistema de obras para alcanzar y
mantener la salvación.
Me
he encontrado muchísimas sectas que dicen que uno tiene que hacerse digno de la
salvación realizando obras humanas.
Es
la gente que dice: “Estoy trabajando por
mi salvación”, yo siempre les pregunto: “Y,
¿cuánto debes trabajar para estar seguro que has alcanzado la salvación?”
Nunca
recibo una respuesta.
Otra
manera común de negar al Hijo, es agregar obras humanas al plan de la
salvación: Cristo más otra cosa.
Son
casos como las iglesias que dicen que si uno no se bautiza tal como enseña su
iglesia no puede ser salvo. En realidad no están confiando en la obra completa
de Cristo para su salvación sino que necesitan algo externo, un sistema de
obras humanas.
Hay
una manera más sutil de negar al Hijo.
Muchas
sectas, como los mormones al principio intentan convencer al interesado de que
su doctrina es ortodoxa, mientras por otro lado ocultan su doctrina de la
salvación; algo que recién les enseñan cuando
han alcanzado “cierto nivel”.
Como
dice en 2 Pedro 2:1: “Pero hubo también
falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que
introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que
los rescató…”
2. La prueba moral.
La
confesión de que Cristo es el Hijo de Dios, el Mesías, el Ungido es tanto una
verdad inalterable como algo práctico y personal en la vida de una persona.
Con
relación a la prueba moral, Juan nos exhorta: “Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia
es nacido de él” (1 Juan 2:29).
En
Romanos 8.29 vemos que será evidente que una persona ha nacido de nuevo porque
día a día se va conformando más y más a la imagen del Hijo de Dios: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para
que él sea el primogénito entre muchos hermanos.”
Por
otra parte, la doctrina falsa conducirá a un comportamiento hipócrita y una vida
falsa: “Profesan conocer a Dios, pero con
los hechos lo niegan…” (Tito 1:16).
La
prueba moral, entonces, consiste en preguntar: ¿Es gente santa? ¿Hay obediencia
a la Escritura o acaso obediencia a una creciente lista de mandatos humanos?
Además
podemos hacer una investigación adicional: Estudiar la vida de los fundadores y
actuales líderes del grupo o iglesia. ¿Vivieron o viven una vida de santidad
bíblica?
Por
ejemplo, sabemos que Joseph Smith, fundador de los mormones, murió linchado
debido a sus prácticas polígamas, por los esposos enfurecidos por haber perdido
sus esposas debido a estas prácticas
En
cuanto a sus amigos y conocidos ya involucrados, pregúntese cómo les ha
afectado la asistencia a este grupo en sus relaciones con Dios. ¿Los hace más
conforme a la imagen de Cristo? La parte que ellos tienen con el grupo, ¿hace
que Cristo sea más y más indispensable o los hace cada vez más subordinados a
la iglesia? ¿Dan gloria a Dios, a un hombre o al grupo?
Finalmente,
preguntémonos sobre la actitud que ellos tienen hacia las Escrituras. ¿Los induce
a pasar tiempo en la Biblia de una manera práctica, o simplemente a memorizar
ciertos pasajes que apoyan las creencias del grupo sectario?
3. La prueba social.
El
tercer elemento que debe existir en la vida de un creyente o grupo con la
verdad es la palabra ágape, el amor de Dios.
1 Juan 2:9–11
9 El que dice que está en la
luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.
10 El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.
11 Pero el que aborrece a su hermano
está en tinieblas, y anda en
tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.
1 Juan 4:7–8
7
Amados, amémonos unos a
otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.
8
El que no ama, no ha conocido a
Dios; porque Dios es amor.
La
esencia básica de este amor se encuentra en 1 Juan 3:16: “En esto hemos conocido el amor, en que él [Jesús] puso su vida por nosotros; también nosotros
debemos poner nuestras vidas por los hermanos”.
Es
evidente que no podemos redimir a alguien muriendo por él porque nacimos
muertos espiritualmente. Jesucristo es el único que pudo efectuar nuestra
redención. Sin embargo, existen muchas maneras en que puedo “poner mi vida” por los hermanos.
Consideremos
el siguiente versículo: “Pero el que
tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra
él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” (1 Juan 3:17)
Si
alguien tiene una necesidad (una verdadera necesidad, no un simple deseo) y yo
tengo lo que ese alguien necesita, ya sea tiempo, comida, dinero, transporte,
un talento, una habilidad, u otra cosa, debo hacer lo posible por suplir esa
necesidad.
La
prueba social entonces es: ¿Existe esta clase de amor en el grupo?
El
amor de las sectas es un “amor”
egocéntrico y superficial, o son actos de caridad a fin de ganar el favor de
Dios (o apaciguar la ira divina).
Otra
pregunta que toma en cuenta la prueba social es ¿existe en ese grupo amor al
cuerpo de Cristo en general? ¿hay amor por los inconversos?
¿Está
la iglesia participando en la Gran Comisión con conversiones a Cristo (Mateo
28:18–20), o está haciendo proselitismo entre miembros de otras iglesias?
La
Gran Comisión a la iglesia es predicar la Palabra a fin de convencer a los que
no conocen al Salvador en forma personal para que se conviertan a Jesús; pero jamás
es separar a los creyentes de sus iglesias haciéndolos dudar de su salvación
afirmando que su grupo es el único con la verdad.
Quién los oye
Finalmente,
hay otra cuestión que Juan hace resaltar: “Ellos
son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de
Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto
conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error” (1 Juan 4:5–6).
El
apóstol nos insta a preguntarnos quiénes están escuchando a ese grupo o a su
líder. Por más ortodoxo que parezca un grupo, si enseña doctrina falsa, es “del mundo”.
Entonces,
examinemos quienes van a esos grupos, ¿creyentes sólidos en la palabra o
inconstantes y raros que siguen todo viento de doctrina?
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