Diario de un preso de Guantánamo: "Vivía literalmente en terror"
"Me quitaron todos mis objetos de confort excepto un colchón delgado y una fina manta. Me privaron de mis libros, de mi Corán, de mi jabón, de mi pasta de dientes y de un rollo de papel que tenía. La celda, mejor dicho, la caja tenía una temperatura tan baja que temblaba casi todo el tiempo. Me impedían ver la luz del sol".
Así comienza uno de los fragmentos desclasificados del primer relato detallado de la vida en el interior de la prisión de Guantánamo, donde todavía quedan 122 presos que no pueden dar entrevistas.
Pero los recuerdos de Mohamedou Ould Slahi, un mauritano de 44 años, que lleva más de 12 en la prisión de alta seguridad estadounidense sin que se hayan presentado cargos formales contra él, salieron a la luz en enero cuando sus abogados y su hermano menor presentaron su diario.
O más bien los extractos de sus memorias que el gobierno de EE.UU. ha aceptado publicar.
El trabajo no ha sido fácil: Slahi empezó a escribir su diario en 2005. Una vez que lo tenía listo, sus abogados tardaron siete años hasta conseguir que Washington desclasificase algunos fragmentos.
Bloques negros
Por eso, el libro tiene en casi todas las páginas bloques negros con los extractos que las agencias del gobierno de EE.UU decidieron mantener como clasificados.
A Slahi lo detuvieron en su natal Mauritania bajo las acusaciones de que había sido un miembro activo de al Qaeda, de haber recibido entrenamiento en Afganistán a principios de los 90, de reclutar a tres de los miembros del grupo que planificó los atentados del 11 de septiembre de 2001 y de liderar una célula en Canadá que preveía atacar el aeropuerto de Los Ángeles.
Él ha negado todas las acusaciones.
De la cárcel mauritana, Slahi fue trasladado a Jordania, donde lo interrogaron durante ocho meses hasta que lo enviaron a una base aérea en Afganistán y de ahí a la prisión de Guantánamo, donde ha estado en los últimos 12 años y cinco meses.
Más de dos años después de llegar a Guantánamo, en 2005, su abogada Nancy Hollander recibió las primeras memorias del prisionero mauritano en forma de cartas.
"De repente, un comando compuesto por tres soldados y un pastor alemán irrumpieron en la sala de interrogaciones. Todo pasaba más rápido de lo que podía pensar. Uno me golpeó fuerte en la cara, me pusieron gafas de bucear, tapones en los oidos y una pequeña bolsa en la cabeza. No sé quién hizo cada cosa", dice uno de los fragmentos publicados de aquellos primeros años.
"Pensé que me iban a ejecutar"
"Me ataron cadenas alrededor de los tobillos y en las muñecas. Después empecé a sangrar. Todo lo que podía oír era a uno de ellos maldiciendo. Yo no podía decir una palabra. Estaba sobrecogido y sorprendido. Pensé que me iban a ejecutar", relata antes de contar que acabó en una lancha de alta velocidad donde le hicieron beber agua del mar.
"Era tan asqueroso que vomité. Ponían cualquier objeto en mi boca y me gritaban que tenía tragármelo, pero decidí no beber el agua salada que podía dañar mis órganos, lo que me hizo atragantarme. Pero ellos me la seguían poniendo en la boca: 'traga, idiota'. Lo pensé un poco rápidamente y finalmente pensé que era mejor beber el agua salada y asquerosa que morir", añade.
De aquellos primeros años, Shahi también recuerda que sólo le dejaban salir de su celda un rato alguna noche, según explica, para que no viera la luz del sol y no poder interactuar con otros presos.
"Vivía literalmente en terror", asegura.
Sin embargo, la idea de escribir sus memorias surgió después de las primeras cartas. Y ahí llegó el reto para sus abogados.
"Todo lo que dice y escribe Mohamedou está sujeto a ser información clasificada. Quería contar su historia y escribió 466 páginas", indica otra de sus abogadas, Linda Moreno, al recordar el largo proceso de gestión de lo que se podía publicar.
"Costó varios años conseguir desclasificar el diario. Muchas partes fueron ocultadas y otras editadas. No querían que se conociera lo que escribía", añade Moreno, en declaraciones a la BBC. "Pero al final lo que no pudieron quitar fue la humanidad de la historia".
La "peor tortura"
Los relatos de Slahi, según apunta su hermano, Yahdih, le sirvieron a su familia para conocer los detalles más duros de su historia.
"Pese a que nunca nos contó que lo torturaban, pensábamos que lo hacían. Así que cuando lo leí en el diario, se cumplieron nuestros peores temores", le dice Yahdih a la BBC, quien no se enteró que su hermano estaba en Guantánamo hasta lo leyó en la prensa.
"Ha sido torturado física y psicológicamente, pero la psicológica es peor porque se queda por más tiempo y realmente le ha afectado. Lo peor fue cuando los estadounidenses le dijeron que habían detenido a mi madre", afirma.
"Probablemente eso fue lo que más le derrumbó", dice la abogada Moreno. "No sólo le dijeron que le habían secuestrado, sino que también la llevarían a Guantánamo con la insinuación de que podrían violarla".
En la actualidad, Slahi sigue incomunicado y detenido pese a que hace cinco años un juez de distrito le concedió el hábeas corpus (el derecho de todo detenido a ser conducido ante un juez o tribunal para que este decida sobre la legalidad de la detención) y emitió una orden para que lo liberaran, pero no fue efectiva porque el gobierno apeló la decisión.
En total, son 122 los presos que siguen en Guantánamo, pese a que el presidente estadounidense Barack Obama ha prometido y ordenado el cierre de la prisión en los últimos años en varias ocasiones.
Pero la oposición del Congreso lo ha impedido. De hecho, recientemente, un grupo de senadores republicano propuso una moratoria de dos años en las liberaciones.
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