Los seis errores detrás de la desintegración repentina de Irak
Las fronteras del actual Medio Oriente son en gran parte un legado de la Primera Guerra Mundial.
Fueron establecidas por poderes coloniales luego de la derrota y el desmembramiento del Imperio Otomano.
Esas fronteras pueden estar ahora en peligro por dos razones: el conflicto en Siria que no se detiene y el asalto de ISIS (Estado Islámico de Irak y el Levante) a Irak.
A menos que el avance de ISIS sea revertido, el estado iraquí corre peligro como nunca antes en su historia.
Las crisis en Siria e Irak combinadas pueden generar un "estado" que incluya el oriente del primer país y el occidente iraquí, controlados actualmente por los militantes islámicos.
Esto tendría enormes consecuencias para la región y para el mundo.
Irak parece ir de crisis en crisis y la pregunta es cuándo todo salió mal.
Pecado original
Para algunos, los problemas de Irak empezaron con su creación, con la fundación del estado moderno iraquí.
El Reino Unido, el poder colonial, estableció un reino Hachemita al que poco le importaron las otras comunidades, como chiitas y kurdos, un tema recurrente en la turbulenta historia del país.
La monarquía fue eventualmente derrocada por un golpe del partido Baas, un movimiento secular, nacionalista y modernizador similar al que llevó al poder a Gamal Nasser en Egipto.
Este sistema sería el que heredaría Sadam Hussein, cuyo régimen -dominado por la facción sunita- también reprimiría reivindicaciones chiitas y kurdas.
El apoyo de Occidente al gobierno de Sadam durante la guerra Irán-Irak solo pareció consolidar su brutal liderazgo.
Operación "Libertad para Irak"
El gobierno del Partido Baas fue destruido por la invasión estadounidense y británica de 2003.
Sadam Hussein fue depuesto, juzgado y finalmente ejecutado por el nuevo gobierno iraquí.
El ejército iraquí fue desmantelado en su mayoría y nuevas fuerzas de seguridad fueron creadas.
La guerra que algunos neoconservadores estadounidenses habían imaginado como un intento de llevar democracia a la región, establecer nuevos acuerdos políticos y unir a todas las comunidades produjo finalmente un estado dominado por una mayoría chiita.
Muchos se habían preguntado si Irak podría mantenerse como un estado unitario.
Una de las razones detrás de la pregunta era el significativo nivel de autonomía logrado por los kurdos en el norte del país.
Retiro de EE.UU.
A pesar de los planes iniciales de mantener algunas fuerzas en Irak para asistir al ejército local, no se logró alcanzar un acuerdo entre Bagdad y Washington y las últimas tropas estadounidenses se retiraron en diciembre de 2011, dejando la seguridad del país en manos de fuerzas de seguridad iraquíes no tan efectivas.
Estados Unidos había logrado significativos avances en su lucha contra grupos yihadistas vinculados a al-Qaeda a partir de cortejar a otros grupos sunitas.
Sin los estadounidenses, estos acuerdos se derrumbaron.
Los sunitas se encontraron cada vez más vulnerables a un ejército dominado por chiitas.
Sin duda, la mano dura de las fuerzas de seguridad iraquíes funcionó como la mejor política de reclutamiento de ISIS.
Sectarismo en el nuevo Irak
La gran paradoja de la caída de Sadam Hussein impulsada por Estados Unidos es que, al destruir Irak como un actor regional de peso, se aceleró y facilitó el crecimiento de Irán.
Teherán vio en los chiitas iraquíes un aliado en una batalla regional más amplia.
Quizás incentivado por el apoyo iraní, el triunfalismo chiita del primer ministro iraquí, Nouri al-Maliki, provocó el rechazo de grupos sunitas, empeorando la situación de seguridad en el terreno.
Fracaso en lo social y en lo económico
El sectarismo y la división entre sunitas y chiitas son vistos por muchos analistas como la situación del huevo y la gallina.
¿Son las diferencias sectarias el problema o es que los fracasos del estado iraquí en lo social y en lo económico promovieron mayores divisiones?
A pesar de la riqueza petrolera, los iraquíes viven en su mayoría en condiciones de pobreza y los niveles de corrupción son altos.
El contexto regional
Nada de lo que ocurre en el Medio Oriente ocurre en un vacío.
Los iraquíes, aunque concentrados en sus propios problemas, han observado como las corrientes de la Primavera Árabe han venido y se han ido: la transformación política casi circular de Egipto y, por supuesto, los conflictos en la vecina Siria.
El crecimiento de la disidencia yihadista en ese último país tenía que acarrear inevitablemente implicaciones al otro lado de la frontera.
El apoyo a los militantes sunitas extremos por parte de los países del Golfo también facilitó el surgimiento y la consolidación de grupos como ISIS, con una agenda regional más ambiciosa.
Y hay consistentes informes de que el gobierno de Bashar al-Asad le ha prestado menos atención a estos insurgentes y se ha concentrado más en los combates contra militantes más moderados apoyados por Occidente.
Esto le ha dado espacio a ISIS para establecer sus propias estructuras en las áreas bajo su control.
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